… Necesito hablar, no se con quien, ni de que.
Estoy solo; aunque no lo esté así me siento. Tengo un nudo en mi garganta que calla las ganas de comunicarme, de salir adelante. Se opacó mi futuro y esta confuso mi pasado.
¿Qué paso? No lo se, tal vez, será, que logre sacar el antifaz que cubría mi rostro, la mascara de la triste felicidad que nunca existió. O que solo existe cuando estoy con ella.
El ambiente es raro. Sé que está soleado y que el cielo es realmente azul, pero no puedo verlo. Bajo mi triste mirada siento que es de noche, la noche más oscura que haya visto jamás. Y otra vez están ahí, lo fantasmas de la amarga soledad vuelven a mí. Mientras escribo siento temor, miedo a quedarme solo. A veces la gente se siente mejor así. No es mi caso, para nada; la soledad solo trae a mi alma el dolor de aquellos golpes, los que no lastiman el cuerpo, sino que hieren mas profundo.
Hoy la ví dormir, me conmovió. El solo hecho de saber que es feliz, aunque sea cuando duerme, me alegró. Vi reír su boca mientras algún sueño la acechaba, y sentí quebrarse mi corazón cuando prohibió que la acariciara. Otra vez los recuerdos, en éste caso una mirada. La mirada de dos personas enamoradas; de un lado yo, con mis ojos negros perdidos en sus pupilas; en frente ella, tan radiante como siempre, como al principio tal vez, por que hoy siento que la defraudé, que no fui lo que esperaba y que no fui lo que quería ser.
No me gusta llorar. Aunque es inevitable, una lágrima se escapó por mi mejilla y termino en el papel como un sello que marca lo que soy, pero nunca quise ser. Ese bohemio lleno de anhelos que no pude resolver. Algunos, aún de pie, intentan desmoronarse pero no quiero dejarlos caer…