…Caminé. Sin destino, sin final, sin nada.
Llevaba la mirada perdida en las tinieblas que generaba mi pensamiento. Una sombra, apareció a lo lejos. La silueta marcada de un temible animal; mientras andaba por aquel desértico camino de soledad descubrí de qué se trataba.
En aquel sendero oscuro, tétrico, locuaz, había chocado con la bestia de la ignorancia; esa que siempre esta, la insaciable. El monstruo disparome una mirada rapaz, cual dardo que da en el blanco. En ese momento un escalofrió recorrió integro mi cuerpo; en un instante pude sentir su afán por abrasarme. Una frase surco mi memoria, el dicho de algún filósofo, no recuerdo cual. En mi cabeza solo estaba su frase, la que rezaba: “solo se que no se nada”.
Es triste, pero real, saber que uno nunca termina de aprender, de acaparar conocimientos; que cada segundo que caminas en la vida te deja una enseñanza. Pero más triste es pensar que todo lo que llevas aprendido no te sirve de nada.
Hoy mi pensamiento esta en quiebra. Pienso que de nada me sirvió cada paso que di, sino para pasear por la vida. Se que por mucho que caminemos en este mundo, ese paseo tarde o temprano se termina.
Muchas veces dije hasta acá llegué, pero nunca tuve el valor suficiente para bajarme del carrusel de la fantasía, ese mismo que nos dice que debemos seguir. ¿Para que? Para qué seguir viviendo si mi futuro es hoy, para que continuar si no se que me espera mañana. Para que vivir si cada mañana que despierto me siento igual a cada ayer…