Continué en mi sendero, hacia quien sabe donde…
Abrasado por la soledad que genera el olvido. Llovía; no se por que, tal vez eran lagrimas perdidas que venían a mi. Lagrimas que derramé en algún momento y nunca pude recuperar.
Aprendí en mi camino que todo lo que perdemos queda atrás, pertenece al pasado y tengo que olvidarlo. Hoy fue imposible; me olvide de olvidar lo inolvidable, y volvieron algunos fantasmas. Tristes, como aquel día.
Aquel día… ese 5 de diciembre de 2003, ese mismo día que abrió un paréntesis en la vida de cincuenta personas. Las mismas cincuenta personas que hoy recuerdan la fiesta, y el terror.
El festejo por ser el último día de clases, el puntapié inicial hacia el fin de la secundaria. Yo recuerdo la fiesta, pero es imposible frenar ahí, recuerdo también lo peor. El agudo sonido de un nokia 1100 hizo callar al silencio latente de mi habitación. Lleve el celular a mi oído y solo pude escuchar el triste sonido de un llanto.
Mi yo interior se preguntaba que sucedía y no tardé en dejar caer una lagrima que termino en un grito de dolor ahogado en la almohada.
Aquel amigo de la secundaria, el compañero de aventuras, el vital; ese que siempre estaba primero en las listas de invitados, ese compañero nos había invitado a su última fiesta. La fiesta del último día de clases había sido su despedida. Su forma de decir adiós.
Ese amigo está abrazado por la maldita muerte, la puta muerte que él buscó ese 5 de diciembre cuando eligió ahorcar sus ganas de vivir…